martes, 28 de abril de 2015

también hubo momentos tristes en la vida

Parece que es muy difícil contar cosas tristes en este blog, básicamente dedicado a los buenos momentos y los bellos paisajes, viajes, remadas y demás . Pero también son parte de la historia de mi remo por la vida los malos momentos, y estos días anduve inquieta, sintiéndome mal, y los 18 años desde la partida de Yaya no parecen casualidad. Y como les digo a los que sufren alguna pérdida, que los dolores con el tiempo se convierten en recuerdos, y para mi ese es el duelo, es el pasaje del dolor al recuerdo, también tengo que decir que me  es imposible sacar de la cabeza el llamado de mi papá diciéndome que Yaya no le había contestado al teléfono y entonces fué para su casa, que encontró que no se sentía bien y llamó al médico, que  aun el médico no había venido, mi sorpresa al saber que mi papá estaba ahi, y mi apuro en llegar para estar con ella, y preservar celosamente mi lugar a su lado  a salvo de aquel que era mi enemigo. Mi confianza en que todo pasaría y al mismo tiempo mi miedo, tomando su mano hasta siempre, el médico tardío, la indefensión , la ambulancia, mi hasta luego nos vemos en un rato al llegar al hospital , mi soledad de aquel momento. Es difícil escribir esto tratando de no entrar en detalles y sólo por esta vez. Después bueno, llamé a mi amiga que me vino a buscar al hospital y me llevó a casa, seguramente tomé algo para dormir, y es muy feo separarse para siempre,por más que todos los días de mi vida te recuerde, por lo bueno y también por lo malo, y bueno, como le pasa a todos, o a casi todos, pensar en todo lo que no hablamos y ya no ibamos a poder hablar, el llamado de las noches, las comidas compartidas, el almuerzo de hacía unas horas juntas, y dormir. Y al día siguiente el llamado de mi amiga diciéndome que todo había pasado. Un alivio. A comenzar en ese momento una larga etapa, un reconocimiento de algunos personajes de la familia que no se habían mostrado tal cual eran, los que rondan la muerte  miserablemente por migajas, una soledad larga, una vida diferente, una estantería de la que se me cayó todo y me llevó años volver a poner las cosas en su lugar, tirar cosas a la basura , dejar algunas, cambiarlas de estante, y agregar otras nuevas, hacer y deshacer, hacer y deshacer, la corriente a favor, la corriente en contra. Quién puede leer esto, probablemente nadie. No hay nada de atractivo en éste relato que apenas puede acercar lo que sentí ese día y lo angustiante que sigue siendo pensarlo, año tras año, tal vez muchas más veces que una vez al año, y no querer pensarlo más. Que pase pronto ésta hora del anochecer y vuelva el buen recuerdo de aquella fuerte abuela que pudo hacerse cargo de una bebita que tenía padres y que dormía todas las noches recostada en dos sillas que armaba a modo de baranda  al lado de la cama donde dormía la nena para que no se cayera.

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