El programa era el siguiente: salir con Silvina, que es más experta en kayak, una hora y media, volver, en media hora comer y volver a salir en bote yo sola, o con Silvina de timonel , otra hora y media. El coordinador, en un derroche de bondad, nos dijo que remáramos las 3hs en el kayak, que para qué íbamos a volver, asi que nos prestó una gran bolsa de estanco que usa él, metimos ahi las cosas básicas, una manzana, una banana, botellitas de agua, celular, pañuelos y al río. Silvina iba dirigiendo porque yo no remé mucho en kayak, es una sensación muy linda, muy distinta al bote, y trabajan diferentes músculos, ya que en el último tramo antes de cruzar el Luján para volver, me dolían mucho los brazos. El mecanismo es inverso al del bote, ya que lo más obvio es que el kayak va hacia adelante, y en el bote uno va viendo hacia atras a medida que avanza. La situación frente a la ola es diferente también, ya que en kayak hay que ponerse a 90 o a 45° de la ola para que no se dé vuelta el kayak, mientras que el bote debe posicionarse paralelo a la ola. Nos divertimos mucho, por un momento, en el Sarmiento, había tantas lanchas colectivas, que el oleaje era tremendo, y pudimos con las olas, gracias a las indicaciones de Silvina. Lo que no pudimos fué bajar a comprar comida en un lugar que nos habían recomendado sobre el Sarmiento, asi que nos metimos en uno de los arroyos, como habo en mis habituales salidas sola, y compartimos mi sanguche, más la fruta que cada una había llevado, con la gran ilusión de tomar un helado al volver, cosa que luego pudimos cumplir. Al terminar de comer y salir nuevamente al Sarmiento, una gran ola nos tapó por completo, como veníamos perpendiculares a ella, no nos dimos vuelta, pero llegamos con el kayak inundado, lo que fué bárbaro por el gran calor que hizo. Un día de remo diferente, 3hs en kayak, un buen tiempo, una buena forma de liberar la cabeza en un finde tan oscuro.
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