domingo, 17 de junio de 2012

ficción 3: el llamado

Hasta los 6 años estuvo Pablito con los abuelos. No sabemos bien por qué, pero a veces, y doy fé de ello, a los padres, una vez nacidos, los hijos les molestan. También hay parejas que viven en una habitación o una casita refaccionada en el fondo de la casa de los padres de alguno de los dos, y los chicos se crían más con los abuelos que con los padres, ya sea porque los padres trabajan, o simplemente, como dije antes, porque los chicos molestan, y los abuelos siempre, o casi siempre, están presentes, y finalmente y en la mayoría de los casos son referentes más importantes en la vida, que los mismos padres.

El caso de Pablito no lo sabemos bien, pero lo que sí sabemos es que cuando nació los padres vivían en la casa con los abuelos maternos, en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires,  y con una madre sin carácter y un padre autoritario, éstos se ocuparon de criarlo en sus primeros años. La casa tenía terreno, perro, gallinas, árboles frutales, lugar para jugar, amigos y cariño.

A los 6 años de casada, la madre de Pablito quedó embarazada por segunda vez. Durante este embarazo fué que se mudaron de la casa de los abuelos a una vieja casa  que el padre había comprado a medias con un amigo en el barrio de San Cristobal.  Pablito sufrió la separación del barrio y de los abuelos, del terreno, de los chicos para jugar en la vereda, del sol de la mañana en las afueras de la ciudad, tanto como los celos por el nacimiento de su hermano. De todos modos, veía a los abuelos de vez en cuando, a veces iban a visitarlo a la ciudad, o a veces iban ellos a comer los domingos.

Como siempre en las familias se habla de dinero, hay celos, envidia, situaciones desagradables de todo tipo, y cosas que jamás se cuentan. El padre de Pablito se enojó un día  con los suegros, nunca se supo por qué ya que era un hombre de pocas palabras, casi ninguna. Como resultado de esta pelea no dejó que los abuelos vieran más a los nietos. La madre no hizo nada para revertir la situación y si el marido lo decía estaba de acuerdo, aún con decisiones sin sentido y separaciones absurdas.

La tristeza de los abuelos fué tremenda, más que nada extrañaban a Pablito, ya que el otro nieto era aún muy chiquito para entender quienes eran. Los domingos fueron grises, oscuros, ya no se escuchaba la risa ni había motivos para seguir adelante. Ese hombre les había cercenado la felicidad. 

Un día en silencio, el abuelo tomó el tren, luego un colectivo, y se metió a tomar un café en un oscuro bar de San Cristobal, cerca del colegio de Pablito, y esperó , esperó. Y Pablito salió de la escuela al mediodía, y pasó por la puerta del bar, camino a su casa. El abuelo, sentado en un lugar desde el que podía ver la calle, lo llamó desde ahi. Quería solamente verlo y abrazarlo. Pablito escuchó nuevamente la voz que tanto extrañaba desde hacía tanto tiempo , giró la cabeza y vió al abuelo sonriente, sorbiendo unos lagrimones de emoción. Corrió hacia la mesa adonde estaba, lo abrazó y besó, y no podía quedarse mucho tiempo más  porque tenía que llegar a almorzar a su casa. Se miraron, había pasado mucho tiempo de deseos contenidos de volverse a ver.   Los años pasaron, las relaciones se fueron ablandando de alguna forma y los nietos crecieron y tomaron sus propias decisiones. Pablito, cuando pudo viajar solo, ya en la secundaria, esperaba ansioso los fines de semana para tomar el tren y visitar a los abuelos.

 Y pasaron más años, y los viejos se volvieron niños y los niños adultos. Y  los dos tienen hoy algo guardado: Pablito hombre lleva consigo la imágen de ese abuelo sentado en el bar y el sonido de su voz llamándolo, en ese momento supo que  el abuelo no le falló . El abuelo  hoy niño lleva la mirada de Pablito al darse vuelta al oir su llamado, Pablito tampoco le falló.

1 comentario:

  1. Que tema! Justo estube hablando de ello el fin de semana. Los padres se separan y los chicos quedan sin padre, primos, tíos, abuelos...
    Silvia

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